Detectamos el estrabismo de Valeria cuando tenía 2 años. Un día, de repente, empezó a desviar los dos ojos. Era demasiado pequeña como para notar que el estrabismo le impedía hacer una vida normal, pero la desviación era muy evidente.
Nuestro único miedo era que la niña era muy pequeña y una anestesia general unido a que algo pudiera salir mal era lo que nos tenía intranquilos. Recuerdo cuando el Dr. Hurtado nos dijo que había que operar, que era el mejor momento. Mi marido preguntó cuáles eran los riesgos. Nos los explicó a la vez que terminó diciendo “Si fuera mi hija, la operaba sin dudarlo”. Esa frase y la confianza que transmite el Dr. Hurtado hizo que tomáramos la decisión sin dudarlo.
El resultado principal es que mi hija tiene los ojos rectos, sin apenas estrabismo, únicamente, y te tienes que fijar, cuando se quita las gafas se le va un poquito el ojo. El tiempo de recuperación fue mínimo. De hecho, la niña cuando la subieron de quirófano estaba con los ojos abiertos.
Lo que más nos ha gustado es el trato cercano recibido desde el primer momento. Este tipo de operaciones en niños tan pequeños crea mucho nerviosismo, pero la tranquilidad y la atención brindada minimizaban casi al máximo esos nervios.
Mi hija está encantada de ir a las revisiones, siempre va contenta y feliz.
El beneficio principal de la cirugía es claramente estético.
Otro es la recuperación de la visión en el ojo débil que permite que tenga una vida normal al estudiar.
Y el último es la autoestima. Valeria era muy pequeña cuando la operación, pero si lo hubiéramos retrasado habría sido algo difícil con lo que lidiar.
Le recomendaríamos la operación a cualquier persona con estrabismo. Sobre todo, animaría a los padres que puedan sentir miedo de realizar esta operación. Les diría que están en las mejores manos que se pueden estar.