Instituto nacional de la visión

Cirugía de estrabismo

Estoy de acuerdo contigo: operarse es lo último. Es la última opción. Porque tiene más riesgos que otros tratamientos, porque es menos conservador, porque a ninguno nos gusta entrar en un quirófano, que nos abran la barriga, nos corten un tendón o nos quemen los vasos, porque las cosas pueden complicarse, porque mi primo tuvo una infección poco después, porque a un conocido le tuvieron que operar 3 veces o porque mi abuela quedó peor del juanete. Por muchos y variados motivos, operar es la última de las opciones. Pero es que a veces es lo que hay que hacer. En cualquier tratamiento, los beneficios deben compensar a los riegos y es verdad que operar tiene más riesgos que otras opciones. Pero es que también tiene más beneficios cuando está indicado. Si un cirujano te propone una operación, es porque compensa. Puedes obsesionarte con las gafas, los prismas, la terapia visual o incluso la toxina botulínica, pero si tu mejor opción es la cirugía, acabarás operándote. No pierdas el tiempo, la paciencia o el dinero.

Al entrar en un quirófano, debes saber qué aspectos son distintos a la consulta.

  1. Ambiente. Confirmo tus sospechas: el quirófano es un sitio frío, por su temperatura y porque los colores suelen ser azules/verdes, la gente va con mascarilla, gorro y guantes, hay muchos aparatos por todos los sitios, cables, botellas de suero colgadas de hierros, personas que salen con el ojo tapado… vamos, que estoy describiendo un sitio tan inhóspito que no me extraña que te mueras de miedo antes de entrar. 

El quirófano siempre impone respecto.

  1. La percepción del tiempo es distinta. Einstein alucinaría dentro de un quirófano. Cinco minutos dentro de un quirófano son 30 minutos en el mundo exterior. Cuando tardas 15 minutos más de lo normal en un quirófano y sales a la sala de espera a informar a los familiares, te reciben con una cara de susto que parece que has tardado 2 horas. – ¿Qué tal ha ido, doctor? Ha tardado más de lo que esperaba, ¿no? ¿Ha habido algún problema? –  Mi consejo es que no te preocupes por el tiempo que vas a pasar dentro del quirófano. Siempre será el necesario. Es preferible que tarde 15 minutos más y quedes fenomenal a que quiera terminar un poco antes y no quedes tan bien. Te alegrarás toda la vida de esos 15 minutos.

En el quirófano ocurre algo muy curioso: el tiempo pasa más rápido dentro que fuera.

  1. La percepción del espacio es distinta. Los quirófanos siempre parecen más pequeños de lo que son porque suelen estar llenos de aparatos y de cables. Agobia un poco. Es lo contrario a lo que pasa cuando vas por la exposición de IKEA y entras en el modelo de piso de 50 m2. ¡Nunca pensé que 50 m2 dieran para tanto! Pues en un quirófano es al contrario. Parece más pequeño de lo que es.
  2. La percepción del lenguaje es distinta. Si digo «ha ido bien» se entiende «no ha ido tan bien» y si digo «ha sangrado» se entiende «se ha desangrado». Es un momento en el que cada palabra que se dice amplía sus significados hasta límites insospechados. Supongo que los nervios influyen mucho, pero no te preocupes si no te has enterado de algo o lo has malinterpretado porque al día siguiente te lo repito.
  3. Pruebas preoperatorias. Normalmente se piden unas pruebas algunos días antes y varían según los centros. Suele ser al menos un análisis de sangre (para detectar a algunas personas que tienen la sangre más líquida de lo normal y que puedan sangrar) y se puede añadir un electrocardiograma (para ver cómo funciona tu corazón). Esas pruebas le sirven a la persona que yo creo que es la más importante de todo el equipo de quirófano: el anestesista. Ya hablaremos de esta especie más tarde.
  4. Ropa distinta. Si lo tuyo es la moda, un quirófano no es tu sitio. Suele haber unas salas de preparación donde te pones una bata horrible que tiene los botones detrás o bien te tienes que cambiar de ropa. Cualquiera de las dos opciones es normal que te haga sentir incómodo y vulnerable. Las batas de quirófano tienen además unos cordones colocados en sitios inverosímiles y que siempre son impares, es decir, siempre queda uno sin atar. ¿Y por qué? Pues no lo sé, pero a mí siempre me pasa y me queda la bata atada como una camisa de fuerza. No hay nada menos glamuroso.
  5. Sin acompañantes. En esto estás solo. Tienes un equipo de profesionales de la salud alrededor que va a ayudarte en todo momento, pero no hay ningún familiar que te acompañe dentro. El quirófano es una zona donde tiene que entrar el menor número de personas posible. Eso lo hace más sospechoso todavía. ¿Qué te harán ahí dentro para que tus familiares no puedan verlo? ¿Se hacen pócimas y conjuros secretos de magia negra? ¿Están intentando ocultar algo? Nada de eso. Hay unas normas para mejorar tu seguridad, no por capricho. Y no, no somos chamanes que hagamos maleficios secretos. Todo es ciencia.
  6. Consentimiento informado. Es un papel que casi nadie lee, pero que hay que firmar antes de entrar en el quirófano. No lo lees porque probablemente pienses que es como una sentencia de muerte, pero créeme que es una herramienta más para que tengas información y estés tranquilo. Nadie te va a vender bonos basura a precio de oro o te va a hacer firmar una hipoteca a un interés del 20 %. El consentimiento informado es información y que tengas información no puede ser malo antes de un procedimiento en el que está en juego lo más valioso que tienes: tu salud. Léelo, por ti.

El consentimiento informado es mejor leerlo, no es una sentencia de muerte. Es una herramienta muy útil para que estés informado. ¿Es malo que te den información sobre lo que te van a hacer? Cuando lo firmas, firmas que has recibido esa información.

  1. Tú estás en riesgo, pero también las personas que trabajan en el quirófano. Me explico. En caso de que alguien del quirófano se pinche con una aguja o le salpique sangre, orina o el fluido que sea, esa persona puede infectarse de algo que puedas tener tú (hepatitis B, hepatitis C, VIH u otras enfermedades infecciosas). Normalmente, en el consentimiento informado tienes que firmar que autorizas a que, si ocurre algo así, se te pueda sacar sangre para comprobar que no tengas esas enfermedades.

Sobre los anestesistas y otras especies

Como te he dicho, el anestesista es la persona más importante del quirófano. Ni el cirujano, ni la enfermera, ni la circulante. El anestesista. ¿Me va a doler? ¿Voy a sufrir? Yo quiero dormirme y no enterarme de nada… son frases que pueden estar pasando por tu cabeza y todas las va a responder el anestesista. No lo has conocido todavía, pero pon atención y apréndete su nombre o su apellido. No sé si lo has pensado alguna vez, pero en un quirófano tienes a dos médicos pendientes de ti y a veces hay hasta tres (si el ayudante también es médico). De ellos, el anestesista tiene que conseguir que estés tranquilo, pero no dormido, sereno pero colaborador, relajado pero no demasiado, que no te duela, que estés más despierto en algunos momentos que en otros, que no te suba la tensión arterial ni la frecuencia cardiaca… en fin. En fútbol, es como un buen defensa central. ¿Acaso no te duele cuando le meten un gol a tu equipo? ¿Acaso no sufres? Pues para que no sufras está él.

El anestesista es la persona más importante del quirófano.

La enfermera es también la persona más importante del quirófano. Prepara tu medicación, controla lo que se va a utilizar, esteriliza el material para que no tengas infecciones, ayuda en los momentos de urgencia, pincha, pincha música de fondo, comprueba que eres quien dices ser y el ojo que te vas a operar, registra todo en el ordenador, da la orden de entrada y salida del quirófano… Una buena enfermera es como un buen centrocampista. Reparte el juego. El balón sale de sus pies en mejores condiciones para meter gol que cuando llegó.

La enfermera es la persona más importante del quirófano.

El cirujano… bueno, voy a decir que somos una especie especial. «Especialitos», si quieres que añada otro matiz. Como los delanteros: creemos que metemos más goles de los que metemos, corremos más de lo que corremos, ganamos más partidos de los que ganamos y somos mejores o más importantes de lo que somos, pero en realidad somos otra parte más del equipo. Es verdad que tenemos la última responsabilidad de meter gol, pero no olvides al resto.

Si quieres que complete el equipo, te digo que el entrenador no es el director médico, sino la jefa de quirófano, los laterales son los celadores y en este equipo no hay portero. La idea de equipo surge porque todos los jugadores son esenciales para que tu operación vaya bien. Todos coexistimos para que el quirófano sea lo menos hostil que se pueda, para facilitarte la vida, ayudarte en todo, hacer que pases un rato lo más agradable posible, tranquilizarte, evitar los problemas o el dolor y facilitar que te recuperes pronto y puedas recordar con cariño tu paso por el quirófano. Que pienses, ¡qué bien hice en operarme!

¿En qué consiste la operación de estrabismo?

Piensa en un carro con dos caballos. Cada caballo tiene dos riendas, una que tira hacia fuera y la otra hacia dentro (hacia el otro caballo). Si la rienda de fuera del caballo derecho tira más de lo normal, ese caballo se desvía hacia fuera. Imagina que es tu caso y que tenemos que operarte, ¿qué harías tú? Pues aflojar la rienda derecha para que no tire tanto. Así el caballo vuelve a estar recto. Lógico, ¿verdad? 

¿Y cómo se afloja la rienda? Pues soltándola de la boca del caballo y atándola un poco más atrás, en el cuello o en la pata delantera derecha. Así, una rienda con la misma fuerza tira menos porque tiene menos arco para tirar. Si todavía no lo has pillado, imagina que soltamos la rienda tanto que la anclamos en la cola. ¿Ves cómo ahí la rienda ya no tendría ningún efecto para tirar hacia la derecha? Como mucho tiraría hacia atrás del caballo para frenarlo. 

Otra forma de operar es reforzar los músculos. En el ejemplo anterior, puede ser que tire más la rienda de fuera del caballo derecho o que la rienda de dentro esté más floja de lo normal. En el segundo caso, al operar tendría que reforzar esa rienda interna. Se hace cortando un trozo. Así de simple. Ahora la rienda es más corta y por tanto tira más.

Debilitar músculos o reforzarlos son la base de la operación de estrabismo. Es buscar que los dos músculos (el de fuera y el de dentro o el de arriba y el de abajo) estén en equilibrio y no tire uno más que otro. 

La operación de estrabismo en adultos hay que hacerla con anestesia con gotas. Se puede hacer con anestesia general, pero en mis manos es una opción mucho mejor la anestesia con gotas. Estarás consciente durante todo el proceso, pero tiene tantas ventajas que te compensará, aunque de entrada pienses que lo vas a pasar peor y que preferirías estar dormido y no enterarte de nada.

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